Hace casi mil años vagaba por la península un caballero llamado Rodrigo Díaz de Vivar. Nacido en una aldea humilde, creció en la corte del reino de Castilla, forjando con su espada y su astucia un nombre que resonaría por generaciones.
El Cid Campeador

Fiel a su palabra, incansable en batallas y leal a su causa, El Cid navegó por un mundo de alianzas cambiantes, reyes traicionados, reinos en disputa. Pero, contra viento y marea, logró conquistar un territorio que gobernó con su propia mesnada: la ciudad de Valencia. Allí cerró su vida en 1099, dejando tras de sí un legado de coraje, liderazgo y convicción.
Hoy, siglos después, su historia sigue viva. Y esta escultura en bronce reconstruye su rostro, su porte, su presencia. Es un recordatorio de que los ideales de valentía, lealtad y honor trascienden el tiempo.
Representar al Cid en bronce significa reconocer su dimensión histórica y legendaria, rendir tributo a su capacidad para trascender su tiempo.
Al contemplarla, sentimos el peso de su espada, imaginamos sus caballos, sus batallas, su convicción. Y entendemos que más allá del mito existe un hombre, un líder que vivió en un mundo convulso, que hizo elecciones difíciles, que luchó no solo con armas, sino con honor y diplomacia.

La obra es una escultura en bronce, realizada mediante fundición a la cera perdida, una técnica tradicional que garantiza gran detalle y durabilidad.
Sus dimensiones son 35 × 28 × 12,5 cm un formato manejable, ideal para coleccionistas o aficionados de historia.
Es obra del escultor Óscar Alvariño, bajo el sello de Ediciones Escultura Histórica, lo que sitúa cada pieza como un “puente artístico” entre pasado y presente.
Representa al Cid como “el Martillo Castellano”, su imagen como guerrero formidable, estratega y señor de su destino.
Permite reinterpretar la figura del Cid fuera de los estereotipos, más allá del héroe legendario, acercándose al hombre histórico, diplomático, complejo, rodeado de conflictos y decisiones difíciles. Así invita a la reflexión, no solo a la exaltación.
Situada en un contexto actual, la escultura actúa como testigo del pasado, recordándonos nuestras raíces, nuestras contradicciones, pero también nuestras fortalezas, valentía, estrategia, adaptabilidad. Virtudes que hoy siguen teniendo valor.

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(esq. Alfonso XII-Puerta de Alcalá
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